Se acerca la Navidad y para ello nos preparamos con éste
tiempo austero pero lleno de esperanza, que nos invita a abrir nuestro corazón
a Dios y a los hermanos. Adviento es un tiempo para contemplar y esperar. Algún
día, que
me ha tocado acompañar alguno de los seminaristas al CAP, me iba fijando en la
cantidad de personas que pasan buscando, con prisa, remedios para su frágil
salud, y como éstos iban acompañados de profesionales de la salud y
acompañantes. Y es así, en nuestra vida necesitamos de los demás, en nuestro
día a día nos damos cuenta que no nos podemos darnos salvación para nosotros
mismos, aunque la necesitamos. La salvación para nuestras vidas la encontramos
en los demás: en el consuelo, diálogo, escucha, acompañamiento,… Y ya sabemos
que ahí es donde entra el auténtico Salvador: Jesús, el Mesías. “Tanto amó Dios
al mundo, que dio a su Hijo Único, para que todo aquél que cree en él no muera,
(…) para que se salve” (Jn 3,16-17). Aunque como vemos en los Evangelios, y nos relataba el
cuento de los posaderos, Dios Salvador, ha querido contar también con nuestro
granito de arena. Por eso Adviento es también tiempo de recomenzar, porque
llega el Mesías, y nos regala su Salvación y su Luz, “Yo soy la luz del mundo”
(Jn 8,12). Hay que dejar que la Luz de Dios penetre en nuestra vida, para poder
irradiar su amor, su paz y su esperanza en nuestro alrededor.
Seamos personas de esperanza, acojamos, como María y José, el
regalo del Niño Dios, y aportemos en el mundo nuestro testimonio cristiano de
fe y de amor. ¡Feliz Adviento!
Mn. David Álvarez, rector
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada