CREC EN LA VIDA ETERNA

 

Comenzamos el mes de noviembre. Un mes que comienza haciéndonos plantear la VIDA (con mayúscula), porque nos invita a celebrar a todas aquellas personas que han seguido el camino de santidad de Dios y están en el Cielo (el Reino de Dios); y como la cruz de la misma moneda, la oración por los difuntos. No es casualidad que éstas celebraciones coincidan con el cambio de tiempo, con la estación otoñal, momento en que comienza el frío, los días e van haciendo más cortos, reina la oscuridad, y las hojas de los árboles caen al suelo. Últimamente, la moda de “halloween" se ha instalado de pleno en nuestra sociedad. Justamente plantea todo lo contrario a lo que, desde la fe, entendemos los cristianos. Un culto exacerbado a los muertos, con una irreverencia ante la muerte, destacando todos los aspectos macabros y fantasmagóricos de ella: calabazas terroríficas, disfraces obscenos de calaveras y monstruos…. Cuanta cantidad de telarañas y decoraciones fúnebres se emplean en estos días…

 

Los cristianos no podemos conformarnos con entender y vivir la muerte de ésta forma: como un juego de espíritus y de terror que nos embarga, o como zombis o muertos vivientes… Nuestra fe es la Resurrección: es la Vida plena y bella que brota del Amor misericordioso de Dios Padre que nos hace hijos adoptivos en la Redención de Jesús, el Hijo de Dios. Y nos envía su Santo Espíritu para vivificarnos, y hacernos entender éste gran regalo del Amor de Dios, y que nos invita a no olvidarlo. El Amor de Dios es más fuerte que la muerte, y ésta es nuestra fe. Por eso, cuando en nuestra sociedad se festeja burlescamente la muerte, cuando se cometen tantas atrocidades contra la vida, cuando no se respeta el valor y la dignidad de cualquier vida humana (incluso la concebida pero no nacida), cuando se aprueban leyes a favor de la eutanasia (“buena muerte”) sin ofrecer las suficientes curas paliativas que toda persona necesita, cuando se abandonan las personas al margen del camino y se dejan sin amor y en la soledad,… Cuando vemos que empiezan a suceder éstas atrocidades, los cristianos no podemos estar tranquilos. Hay un ataque a la vida, que hoy se encubre que se comete “por amor”, pero mañana será por necesidad. Que en definitiva ya ha pasado y ya hemos vivido en medio de la pandemia, cuando en los saturados Hospitales  tenían que decidir quién podía vivir y quién tenía menos posibilidades de sobrevivir. 

No, la muerte no es el final. Nuestra esperanza ésta en el Señor de la Vida. Pero mientras vivimos en éste mundo, los cristianos debemos abrir los ojos ante los ataques  a la persona humana, que encuentra su dignidad más grande en Dios. Debemos ser testigos de entrega de amor, gente valiente dispuestas a dar vida: en la familia, en la escuela, en el trabajo, en el barrio, hacía los más desfavorecidos, hacía los enfermos,... y como no, orando por nuestros familiares y amigos difuntos, para que el Señor los tenga en su Gloria, y descansen en paz.


Mn. David Álvarez, rector

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